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Todo lo que hay en este blog es literatura. Puede ser interpretada como se quiera, por ende y todo lo que se diga al respecto será respetable y respetado. Es por eso que pido a los lectores y visitantes de este blog que comenten; lo que les parezca, "su opinión nos interesa".



Además me gustaría aclarar que toda la producción publicada en este blog no es mía propia, sino que en todo me ayudó, poco más o poco menos, pero siempre significativamente, Hernán Tenorio.



martes, 12 de julio de 2011

El tío

El sábado cuando llegó el tío estaba un poco raro. Estaba despeinado, barbudo y tenía cara de sueño.  Papá le abrió y le dio un fuerte abrazo. Como nunca se abrazaban y no había venido con la tía Lili, no estaba segura si era el tío o no. Él decía que entre hermanos no hacía falta abrazarse, que era obvio que se querían. Como a mí siempre me abrazaba, corrí a saludarlo. Pero me dio un abrazo sin ganas, ni siquiera me alzó. Me dio un beso en la frente y la barba me hizo cosquillas, así que me reí. Marcelo se acercó y dijo “hola”. Yo a Marcelo tampoco lo abrazo, pero no porque sea obvio que lo quiero: Marcelo es malo y me trata mal, y yo no lo quiero. Hace casi un año que el tío Roberto está de novio con la tía Lili. Antes cada sábado venía con una tía nueva, y eso era divertido. Para mí; para mis papás no. Siempre después de cenar y de tomar el café, apenas cerraban la puerta de calle, mis papás empezaban: “no puede ser”, “por qué no se asienta de una vez” “es un inmaduro” y cosas así. Para mí no era inmaduro. Era divertido. Pero después conoció a la tía Lili, que es muy linda y muy buena y de todas las tías es la que más quiero. Tiene pelo negro y largo y ojos muy azules. Y además es maestra, como mi tío, pero ella es de jardín y mi tío es de secundario. Se ve que mi tío también había preferido a Lili antes que a las otras, porque hace un año que todos los sábados que nos viene a visitar o viene con ella o habla de ella y de lo feliz que está.  Pero este sábado, cuando mi mamá se acercó a saludarlo, ella también le dio un fuerte abrazo. Parecía que el tío ya no estaba más feliz y precisaba que lo abracen.
A mí me encanta hablar con el tío. Siempre cuenta cosas entretenidas que leyó en algún libro y las cuenta con unas palabras que no entiendo ni la mitad, pero igual me divierte. La última vez me había empezado a contar la historia de una guerra y de un soldado que no me acordaba cómo se llamaba pero que era el más fuerte de todos, y todavía le faltaba contarme el final. Por eso me senté en el sillón, pero el tío ni me miró. Se fue directamente al estudio de papá. Mi papá es muy bueno en muchas cosas, pero siempre dice que no tenemos que entrar al estudio porque ahí es donde se concentra y trabaja y que si lo desconcentramos, entonces no puede trabajar y no nos puede comprar cosas. Como a mí me gusta que me compre cosas, ni me acerqué. Mami preparó café y nos hizo una leche a Marcelo y a mí. Yo no la tomé para que viera lo enojada que estaba, pero no se dio ni cuenta. Estaba ocupada poniendo en una bandeja el café, una botella y los habanos. Se me ocurrió que los habanos eran para el tío, porque papá los fumaba nada más que en navidad y en alguna otra reunión importante.


                Mamá salió del estudio.
−¿No te tomás la leche, Candela?
−No, no tengo ganas− Dije, para que me preguntara por qué.
−Bueno, entonces salí a jugar afuera con Tomi. – Dijo levantando mi taza llena y la de Marcelo, vacía. –Yo tengo que ir al almacén.
Tomi es lindo y tonto. Está todo el día acostado al sol y nunca hace nada. Ni siquiera ladra. Papá dice que porque está viejo, pero a mí no me parece viejo. Para mí es tonto. Lo que más me gusta es tirarle de las orejas y de la cola; él no hace nada. A veces me mira, y a veces ni siquiera eso. No me divierte jugar con Tomi, pero igual lo quiero. Nunca está raro, nunca se enoja y nunca me manda a jugar a otro lado. Siempre que me mandan a jugar con Tomi es porque mamá y papá están enojados. Creen que desde el patio no se escuchan sus gritos, pero nunca cierran las ventanas y yo escucho todo. Antes me mandaban a Jugar con Marcelo, pero ahora ya no le divierten las muñecas y los cochecitos. Le divierten la computadora y la tele. A él lo mandan al cuarto y a mí al patio. Yo en mi pieza no tengo compu; hay una en el estudio, la más nueva, y una en la pieza de Marcelo. Yo tengo una televisión, pero me aburre. Por eso me mandaron al patio con Tomi. Salí, y no entendía mucho qué pasaba. Estaba segura que mamá y papá no se habían peleado en todo el día, así que pensé que el tío se había peleado con mi papá, y que ellos habían mandado a Marcelo a su pieza, a mí a jugar con Tomi y a mami al almacén.
El perro estaba durmiendo, y por más que le tirara con todas mis fuerzas de la cola, no lo podía despertar. Me puse a jugar con las flores. Armé un ramo de lo más lindo con flores de todos colores, pero no tenía a quién regalárselo, así que empecé a deshojarlas una por una. “Me quiere, no me quiere, me quiere”. Ese juego es divertido nada más cuando termina en “me quiere”. Yo nunca pienso en nadie cuando deshojo flores, pero el estúpido de mi hermano siempre me molesta y dice que pienso en Lionel porque un día me encontró una carta que le había escrito y no entendió que no era para Lionel el del colegio sino para mi amigo imaginario Lionel. Marcelo es un estúpido. Cree que entiende mucho, porque es más grande, pero nunca entiende nada.  Esa vez me había salido “me quiere” y eso que no tuve que hacer trampa. Cuando terminé con la última flor del ramo, miré a mi alrededor y el pasto estaba lleno de pétalos rojos, blancos, amarillos, violetas. Le quería mostrar a alguien, aunque fuera a Tomi, así que volví a tirarle de la cola y las orejas. Se ve que las orejas le molestan más que la cola, porque empezó a hacer ruidos, y después de un rato se levantó, me chupó la mano y se fue a acostar contra la pared, abajo de la ventana del estudio. Cuando me acerqué, sentí el olor horrible de los habanos.
− ¿Sabés que estoy poniendo mucho en peligro dejándote vivir acá? La verdad que sigo sin poder creerlo. Esta vez te fuiste al carajo, manchaste tu reputación y la de toda la familia y te recuerdo que por más hermanos que seamos, en mi casa vas a tener que vivir bajo mis reglas y las reglas de la casa.
¿Qué había hecho el tío que había manchado su reputación y la de toda la familia? ¿Qué ponía en peligro papá dejándolo vivir acá? No sé, pero el tío se iba a quedar en casa, y eso me gustaba. Y yo estaba así, contenta, debajo de la ventana cuando se ve que papá levantó la vista para mirar al patio. Cuando me vio se enojó muchísimo, se acercó a la ventana, me gritó chismosa, pendeja maleducada y otras cosas y cerró la persiana. Yo me enojé con Tomi, pero no le grité nada. El tarado no me iba a entender. Subí llorando a encerrarme a mi habitación. A los diez minutos vino mi papá a pedirme perdón y yo ya no estaba llorando. Estaba pensando en el ramo de flores, en los pétalos y en que me había salido “me quiere”. Yo le dije que lo perdonaba, pero en realidad seguía muy enojada, con él y con Tomi.

A la noche, el tío se había afeitado, y eso me dio un poco de lástima, porque su barba me había gustado. Después de cenar, papá nos dijo a Marcelo y a mí que el tío se iba a quedar unos días, que iba a dormir en el estudio, pero no dijo nada más. Yo estaba muy contenta, y sabía que Marcelo aunque no dijera nada también. Pero también tenía curiosidad, y quería saber qué había pasado. De postre comimos helado y el tío estaba muy callado. Mi mamá hablaba de lo caro que estaba el almacén y papá la escuchaba fumando. El tío también fumaba, pero no parecía estar escuchándola. Después papá y el tío se volvieron a encerrar en el estudio y mamá nos mandó a dormir temprano.

                Yo ya estaba dormida cuando Marcelo entró a mi habitación. Primero me asusté, y después, le pregunté qué quería. Me dijo que papá le había dicho que al tío lo habían secuestrado los extraterrestres y le habían hecho estudios y esas cosas y que a Liliana se la habían llevado a su planeta para comérsela. Obvio que no le creí, pero cuando salió, estaba tan asustada que no me pude volver a dormir, así que fui a la pieza de mamá y papá. No había nadie. Bajé. Sobre la mesa estaban todavía los platos de la cena.


                El domingo me desperté y vi que mis papás dormían. Marcelo ya estaba despierto y estaba mirando la tele. Todavía no se había vestido. Marcelo cuando se despierta siempre se pone a mirar la tele. Yo no. Me despierto y como me encanta la luz que entra a mi habitación por la ventana, intento dibujarla con mis lápices de colores. Nunca me sale igual de linda, y eso que son como un millón de lápices. Pero ese día estaba nublado y no entraba mucha luz, así que bajé a ver si el tío estaba despierto. En el estudio estaba el colchón con las sábanas todas corridas pero el tío no estaba ni ahí ni en la cocina ni en el living. Tampoco estaba en el baño. Como estaba aburrida, subí e intenté dibujar mi pieza, pero con esa luz tan fea no me daban ganas de dibujar, así que mejor dibujé a Lionel, mi amigo imaginario que no tiene nada que ver con mi compañero del colegio.
                El tío no volvió hasta la hora de cenar, y parecía muy cansado. Nos avisó que al día siguiente iban a traer sus cosas. Yo no me animaba a preguntar por la tía Lili, porque tal vez ya la había vuelto a cambiar por otra tía. Mi mamá dijo que ella el lunes no tenía nada que hacer salvo llevarnos al colegio, así que cuando volviera lo iba a ayudar al tío con la mudanza. El tío le agradeció y miró a papá. Les agradeció a los dos y se levantó sin terminar de comer para ir al estudio. Yo me di cuenta que el tío caminaba un poco raro y lo primero que pensé fue en los exámenes de los extraterrestres, pero en seguida me acordé que los extraterrestres no existen. Apenas el tío había cerrado la puerta del estudio mi mamá empezó de nuevo: “¿Te parece venir en ese estado a nuestra casa, enfrente de los chicos?...” Yo no entendí qué estado, pero no quise preguntar por miedo a que mi papá me volviera a gritar chismosa y esas cosas. “encima de que lo dejamos vivir acá…”. “Es un inmaduro” dijo mi papá enojado, levantándose de la mesa y yendo al estudio. De vuelta con eso de inmaduro. La puerta del estudio se cerró con bastante fuerza.


                El lunes me levanté tarde, como a las once creo y el living ya estaba lleno de libros. Agarré uno para ver de qué se trataba: Ulises, decía la tapa. Justo, como uno de los hombres de la guerra que me estaba contando mi tío. Seguro la había sacado de ahí la historia. James Joyce. Todavía no sé leer bien en inglés, pero ya sé que James se pronuncia yeims y que es como decir Jaime. El tío no estaba en el living y la puerta de la calle estaba abierta. Afuera estaba mamá hablando con los hombres de la mudanza, seguramente. Eran tres y muy gordos todos. El tío estaba ayudando a un cuarto, un poco más flaco a bajar un sillón del camión.
                A la tarde en el colegio Hernán y Ramiro no paraban de reírse de mí. Y Luciana, encima que se re nota que gusta de Ramiro, me miraba y le hablaba en la oreja a María. Y además de todo eso, Mica, que es una de mis dos mejores amigas, no se había querido sentar conmigo porque dijo que la mamá no la dejaba ser más mi amiga hasta que mi tío no se vaya de mi casa. Lionel, en cambio, sí se sentó conmigo y me decía que no les dé bola a los chicos, que son re tontos. Yo no entendía por qué tanto lío. No era para tanto que mi tío se hubiera venido a vivir conmigo, si era por eso. Pero Lionel tenía razón, Hernán y Ramiro eran re tontos y mis papás dicen que la mamá de Mica es una frígida, aunque no sé qué quiere decir eso. Igual no me ponían de mal humor porque yo estaba que no podía parar de sonreír porque Lionel se había sentado al lado mío.
                A las cinco, mamá me pasó a buscar y me dijo que me iba a quedar sola en casa con el tío porque ella tenía que ir al almacén, Marcelo se había ido a jugar a lo de Leandro y papi estaba en una reunión en el centro. Cuando llegué a casa, el tío estaba acostado durmiendo en la pieza de Marcelo y todas sus cosas estaban todas desordenadas en el living. No eran muchas; además de los libros, había traído toda su ropa, un sillón de una plaza que parecía re cómodo y una lámpara muy alta. Me di cuenta que no había nada de la tía Lili, así que era obvio que ya no eran más novios. Era una lástima. De verdad, porque la quería a la tía Lili y porque su casa, aunque era chiquita me gustaba mucho.
                Cuando me estaba por poner a hacer la tarea sonó el timbre. Me dio bronca porque cuando no llego a terminar la tarea, mis papás se enojan mucho conmigo y justo ese día la maestra nos había mandado como cuatro cuentas de restar. En la puerta estaba un señor joven. Yo calculé que tendría unos dieciocho años, pero tal vez tenía menos o más. Cuando me vio se extrañó un poco, pero igual me preguntó si estaba Roberto. Era raro escuchar el nombre entero de mi tío, pero yo le respondí que estaba durmiendo. Cuando le pregunté si  quería decirme su nombre para avisarle, se quedó callado y después de un rato dijo:
                −No, gracias. Decile que soy un alumno. Vine a ver cómo estaba, nada más. − Y se dio media vuelta y se fue. Seguramente el tío no había ido a trabajar a la mañana porque estaba ocupado con la mudanza. Cuando cerré la puerta, vi que el tío estaba bajando las escaleras. Todavía tenía cara de dormido. Fue a la cocina,  puso a calentar la pava para el mate y encendió un cigarrillo. Yo le iba a decir que si fumaba se iba a morir, pero él me habló primero.
                −¿Cómo estás Cande? Perdón que no te di bolilla el sábado.
                −Y ayer tampoco. Pero no importa. ¿Me querés terminar de contar la historia de la guerra esa? Ahí sobre la mesa vi un libro que se llamaba Ulises, como el soldado. −  Ya se me había ido el enojo del fin de semana.
                −Ah, sí. Pero esa es otra historia. ¿Quién era en la puerta?
                −Un alumno tuyo que vino a ver cómo estabas. ¿Qué pasó, Tio? − Con mi tío me sentía mejor que con mi papá. Él nunca me gritaba. −¿Te peleaste con la tía Lili? ¿Qué significa manchar la reputación?
                −Es cosa de adultos, linda. Cuando seas más grande vas a entender que no es tan fácil llevar una relación como la de tus papás. −Me pareció raro que dijera que era cosa de adultos. Cada vez que no me quieren explicar algo me dicen que es cosa de adultos, pero yo creía que el tío no tenía esas cosas porque siempre todos están diciendo que es un inmaduro. Ahí me volví a enojar un poco con el tío. Además se veía que no me quería terminar de contar la historia. − ¿Cómo se llamaba el chico?
−No me quiso decir.
−¿No te dijo si iba a volver?
−No sé, tío, no le pregunté. ¿Me terminás de contar la historia?
−Bueno, andá al sillón que yo preparo el mate y te cuento. –El tío parecía medio preocupado. No sé si por el alumno o por otra cosa.
                El final de la historia no me gustó. A mí me gustaba porque había un montón de soldados y de dioses que los ayudaban o los molestaban, pero cuando estaba por terminar la guerra, al soldado más fuerte de todos lo mataron con una flecha en el talón, que era el único lugar débil. Eso no me gustó nada. ¿Cómo iban a saber que justo con una flecha en el talón lo iban a poder matar? Después me empezó a contar otra historia, que era la de Ulises cuando volvía a su tierra después de la guerra que había durado como diez años, pero casi ni había empezado cuando volvieron a tocar el timbre. Yo fui a la puerta y era de nuevo el hombre que había venido antes. Cuando le avisé a mi tío, me dijo que lo haga pasar y que vaya al patio a jugar con el perro.
                −Se llama Tomi−Le dije, re enojada porque ya era la segunda vez en dos días que me mandaban a jugar con él. Salí igual, porque ya no tenía ganas de hacer las cuentas de restar, y además iba a necesitar que mi mamá me ayudara a hacerlas bien. Era casi de noche y Tomi como siempre estaba tirado durmiendo. Yo me tiré al lado de él y lo acaricié un poco.  −Vos sos el único que me quiere, Tomi. −Le dije, pero era obvio que no me estaba escuchando, así que me quedé acostada ahí al lado y se ve que estaba muy cansada porque me quedé dormida en seguida.
                Cuando me desperté escuché que venían gritos desde adentro. Eran mi tío y el alumno que estaban discutiendo. Despacito me acerqué a la puerta y me puse a escuchar.
−¿Cómo se te ocurre venir a esta casa? ¿Qué mierda tenés en la cabeza? Me van a rajar de acá si se enteran que viniste.
La otra voz, la del señor no se escuchaba. Se ve que no había pasado al living, sino que se había quedado parado en la puerta.
− ¡¿Qué?! ¡Estás loco! Eso nada más pasa en las películas y en las novelas del siglo diecinueve.
De nuevo la voz que no se escuchaba, porque además hablaba bajito.
− Tomátelas, Benjamín. Andate, de verdad. Yo quiero ver si puedo rehacer mi vida acá. Conseguir trabajo en otra escuela, mejorar mi reputación.
¿Qué le estaba pidiendo el alumno que hiciera al tío? Para colmo justo llegó papi. Cuando lo vio se volvió loco.
                −¿Qué hace acá, Roberto? –Dijo mirando a Benjamín. Parecía que lo conocía− ¿Cómo te atrevés a traer a este puto a mi casa? ¿Dónde está Candela?
                −Está en el patio con el perro. Te juro que no lo traje yo, vino sólo.
                −Me chupa un huevo quién lo trajo Roberto. Yo te dije bien claras las condiciones para dejarte vivir acá. Vas a ir preso y yo no voy a ser tu cómplice. Me das asco. − Mi papá levantó la vista y me vio. Yo me alejé para que no me volviera a gritar pendeja maleducada y eso, pero en vez de gritarme se acercó y me abrazó. Igual seguía enojado.
                −Roberto, sos incurable. No te puedo dejar vivir acá, con los chicos y vos haciendo lo que se te canta el reverendo culo. Yo te dije que en esta casa tenías que vivir con mis reglas. Perdoname, pero a partir de hoy te las vas a tener que arreglar sólo o con tu nueva pareja. Hacé de cuenta que no tenés hermanos. Yo voy a hacer eso.- Dijo, más calmado pero con un tono de voz que me dio miedo. Lo que decía también me daba miedo. ¿Por qué no podía vivir más acá, con nosotros? ¿Había conseguido una nueva pareja? ¿Sería parecida a la tía Lili? Un poco también me dio lástima el alumno, porque había venido a ver cómo estaba el tío y después se tuvo que comer esa pelea, que seguro entendía menos que yo. Igual más lástima me dio el tío, que casi se puso a llorar. Lo único bueno era que Mica iba a poder volver a ser mi amiga.
                -Mañana paso a buscar las cosas.- Dijo mi tío. Y, sin saludarme, agarró a Benjamín de la mano y salieron juntos a la calle.

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